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Carta a un amigo editor; a propósito de la matanza en Charlie Hebdo

Hoy, pasados los días desde el asesinato de 12 personas del semanario satírico francés Charlie Hebdo, nos animamos a publicar esta «Carta a un amigo editor de Madrid», redactada la noche misma del atentado de Paris por Albert Drandov, amigo y compañero de varios de los dibujantes y destinada a Alfonso Serrano, coordinador de la editorial La Oveja Roja.

Nuestras editoriales han reaccionado procurando comprender. Desde Luz Gomez a Brigitte Vasallo pasando por el propio Alfonso Serrano han escrito textos que hemos leido atentamente. Hoy se celebra en el Espai Contrabandos un debate, para pensar y Oriente y Mediterráneo tradujo unas declaraciones de Charb de hace mucho tiempo sobre lo que significaba ser islamista moderado. Pero seguimos necesitando detenernos sobre lo sucedido porque a todas luces es obvio que en lo sucedido en París, se está jugando, también, nuestra propia existencia.

Hoy Alfonso se ha animado a traducir el texto y al volverlo a leer, hemos sentido el deber de compartir esta voz, que nos interpela desde el centro de la diana de este objetivo, masacrado en una guerra de la todos que somos parte.

Aquí dejamos la carta junto con unas viñetas de Charb que hoy difunde el Diario Público y que ilustraron El capitalismo en 10 lecciones, escrito por Michel Husson y publicado hace no tanto por La Oveja Roja.

«Querido Alfonso,
acabo de volver ahora mismo de la primera manifestación organizada tras el sangriento ataque de esta mañana contra el semanario satírico Charlie-Hebdo. En París, en République.
Estábamos miles de personas, paradas, apretadas unas contra otras, como pingüinos, silenciosos, como si ya no hubiese palabras. Necesitábamos eso, de inmediato. A pesar del frío y la noche de enero. No conseguía localizar a amigos o compañeros con el móvil, saturado y, sabes, he recordado ahí esas manifestaciones españolas tras el atentado de Atocha, en Madrid. Era ese mismo silencio colectivo, el de pueblos desconcertados que necesitan ese calor primario para no vacilar.
Imagínate, aquí el choque ha sido fuerte. También para mí. Ya sabes que escribí un tiempo para ellos. Por entonces corría tras primicias y revelaciones. Un periodo quijotesco que compartía entre el Canard Enchaîné y Charlie Hebdo, que por entonces eran los únicos periódicos libres e impertinentes. Incuestionables además con la calidad de la información. Me encanta.
Charlie Hebdo fue el primer periódico que me compré, con mis pequeños ahorros de chaval de barrio. Recuerdo cómo corría al kiosco, en Ille Saint-Denis, cerca de París. Y volver por orillas del Sena con MI periódico bajo el brazo. Tan orgulloso. Más que los artículos, fueron los dibujos –a menudo punzantes con religiosos, militares y burgueses– quienes alimentaron en mí ese espíritu libertario al que tanto cariño tengo. Y claro, años después, cuando propuse mi primer texto al redactor jefe de Charlie Hebdo recordé la escena; con una sonrisa de medio lado.
Hace unas horas se ha perpetrado esa masacre y todavía no puedo creérmelo. Esta mañana, cada vez que decían el nombre de un dibujante recordaba que había ilustrado varios de mis artículos. Y cada vez, el golpe era nuevo. Al quinto nombre decidí apagar la radio. Era demasiado. Intenté volver a trabajar; pero nada. Temblando, volví a encender la radio.
Te confieso, amigo, que he llegado a derrumbarme en lágrimas sobre el teclado. Y eso no me pasa nunca. Esos nazis barbudos han golpeado en el corazón, en el ADN de nuestra vida intelectual. El combate por las libertades, el derecho de decir, de escribir, de dibujar. El derecho a sátira, a la impertinencia, incluso al ultraje. El derecho de decirle «mierda» a los curas, a los imanes, a los rabinos, a todos los dogmas y uniformes mentales al tiempo que te partes de risa y el ojo se te escapa hacia el escote de la vecina.
Este 7 de enero de 2015 es como si me hubieran disparado también a mí. Como si hubieran disparado sobre veinte años de mi trabajo como periodista. Como si quieran matar, aniquilar doscientos años de luchas colectivas por la libertad de expresión. Para mí es como un 11 de septiembre intelectual. Y vuelven a empezar. Con o sin kalashnikov. Peor, la presión constante de los integristas religiosos –ahora islámicos pero quizás mañana judíos, católicos u otros puritanos– tendrá una incidencia en nuestras libertades. Además, no creo que tengamos que esperar más de dos meses para que los responsables de los grandes medios, de la edición, de los espectáculos intenten atenuar lo dicho, lo escrito. Calmar el ardor de los artistas. Para no arriesgarse, para no ser señalado. Para no… para no…
Ya sabes, la laicidad a la francesa que tanto nos gusta a ambos está a un par de dedos de hacer aguas. Incluso a nuestros intelectuales “bienpensantes” con sello izquierdista y libres de transgénicos se les llena la boca con la palabra «comunidad». ¡Vuelve Camus, se han vuelto locos!
Esta noche me pondría a fumar hierbas raras encantado. Vamos a descorchar un viejo burdeos. Para cambiarme la cabeza, para darme la ilusión de que es una mala broma, una farsa radiofónica de Orson Welles. Eso me evitaría poner en perspectiva histórica o geográfica lo que nos sucede. Recordar, por ejemplo, a mi colega Rafael, de México, cuando me habla de la masacre de estudiantes en el Estado de Guerrero. De Didier, en la República Centroafricana, cuando habla del hundimiento de un país entero. De Dia’, en Palestina, que ha desterrado la palabra esperanza de su vocabulario. Sin tan siquiera hablar de aquellos lugares donde oscuras banderas hacen que los olivos lloren sangre.
Sé que habrá que pasar pronto de la compasión al análisis, y sobre todo, a la acción colectiva. Recordar que no vivimos en una burbuja «azul blanca roja». Preguntarnos también si tenemos de veras un proyecto común. Si la palabra «ciudadano» sigue teniendo sentido. Y cuáles son los efectos de la presencia francesa en el mundo. Ya me conoces: mañana abriré la agenda y el móvil echará humo dejando bien claro, por todos sitios, como miles más, que no daremos un paso atrás. Nunca. Pero mientras tanto, de veras, Alfonso, dame un momento para vaciar la botella y chamuscar la vieja piedra.
Lo necesito, de veras.
Gracias por el apoyo ibérico.

Abrazos.

 

 

* Albert Drandov es un periodista de investigación que durante quince años escribió para numerosas publicaciones francesas (Canard- Enchaîné, Politis, Marianne, Le Journal du Dimanche, etc.). Durante dos años escribió también para Charlie-Hebdo. En 2005 comenzó a trabajar como guionista de cómic y luego como comisario de exposiciones y organizador de eventos vinculados al cómic de contenido histórico y social. En 2013 participó en la fundación de AD2 Productions cuya ambición declarada es que «la cultura siga siendo el corazón de la ciudadanía»