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Desde la bruma, marzo 2020

Perplejidad, desorientación, enojo. Oleadas casi simultáneas ante la virulencia de los fenómenos no solo sanitarios sino, sobre todo, sociales desatados por la irrupción del coronavirus en nuestras vidas.
Desde mediados de febrero la preocupación crecía al ritmo de una bulímica sucesión de lecturas. La inquietud frenó por suerte nuestra actividad antes de congelarla a golpe de decreto ley. En medio, una bruma espesa invadió nuestros espacios desvelando al tiempo de un plumazo cualquier traje nuevo del emperador. Desnudos, desorientados. Y en medio: conversaciones e intercambios entre iguales como única herramienta capaz de mesurar mejor la situación y vislumbrar el aún incierto escenario que pasado mañana encontraremos. La bruma persiste, pero la reorientación colectiva comienza a emitir señas. Conversaciones, textos, comentarios. Nosotros dejamos aquí unas notas desde la necesidad de ir reformulándolas en colectivo, de reorientar, junto a nuestros aliados, las formas concretas de nuestra actividad material con libros. El texto adolece de una orientación excesiva hacia los ámbitos de acción de las políticas públicas del libro. Su impulso primero llegó por ese lado. Aun así, sabemos que lo fundamental no se juega ahí y que nada evitará que tengamos que afrontar una muy acelerada reinvención de nuestras formas productivas. Con un poco de suerte, a ello dedicaremos otro texto en breve.

Libros, cerrado: impacto de un cierre total en la cadena del libro

Los mejores análisis que he leído hasta el momento han venido de mano de Bernat Ruiz y Manuel Gil.
Este texto no pretende ahondar en ese análisis, sino en el margen de acción de las administraciones ante él. Aun así, queremos resaltar, para los amigos profanos, el carácter circular de la estructura logística y comercial (también contable) de la cadena del libro (resumiendo muchísimo la rueda se vería alimentada por el impulso continuo de novedades que salen de imprenta con destino primero a distribuidoras y luego a librerías, mientras los invendidos regresan a los almacenes de distribuidoras y editoriales). Lo novedoso de esta crisis radica no en el declive, sino en la interrupción total de esos flujos circulares, que es algo nunca experimentado hasta el momento. No sabemos si la reactivación de ese flujo engendrará complicaciones inesperadas (aumento desmesurado de los costes de transporte, por ejemplo; o desaparición de agentes logísticos; incrementos fuertes en el papel…) pero sí queda claro que tras la reactivación los primeros meses de funcionamiento serán deficitarios para todos y que luego nos quedaremos durante un tiempo con un fuerte panorama de retracción de la demanda derivado del shock económico. Como bien señalan los artículos mencionados, la actividad que ha sido suprimida de un plumazo en el sector se corresponde con los mejores meses del año (temporada de ferias; en las cifras globales esto aparece mitigado por el impacto global —aunque solo para unos pocos agentes de la cadena— del volumen de ventas derivadas del libro de texto)… Y no solo es que desaparezcan esos ingresos sino que quedan sin posibilidad de rentabilizarse las inversiones ya realizadas por todos los agentes de la cadena para preparar ese momento. Sea como fuere, el reto es sobrevivir durante los próximos meses, llegar con las mejores perspectivas al momento de la reactivación real (¿septiembre?¿octubre?) y empezar a operar desde ya los cambios que permitan una adaptación rápida al panorama que nos quede.
¿Qué pueden hacer las administraciones ahí?

Sostenimiento continuado de la demanda a corto y medio plazo

Más allá del shock del cierre forzado, durante muchos meses vamos a encontrarnos con una muy severa caída de ventas (las librerías intentarán recapitalizarse devolviendo todo el fondo que tenían en firme mientras la incertidumbre económica retrae severamente las compras). Las instituciones pueden mitigar ese golpe mediante programas de estímulo de la demanda que en el mejor de los casos debieran ser anunciados, continuados y espaciados en el tiempo para ofrecer algo de estabilidad. Formas clásicas de ese sostenimiento suelen ser:

· cheques libro: destinados preferentemente no solo a su objetivo habitual —estudiantes de primaria, secundaria, formaciones técnicas y universitarias—a los colectivos que más están sufriendo la crisis sanitaria —mayores— y sus consecuencias económicas —personas desempleadas—,

· compras institucionales directas: con el objetivo principal de ofrecer algo de estabilidad y continuidad en el panorama que se abre, las diferentes administraciones del Estado tienen en su mano la capacidad de coordinar compras institucionales. Para que permeen a todo el sector estas habrían de realizarse a través de librerías siempre y aplicar criterios fuertes de diversificación de proveedores y sostenibilidad anunciada en el tiempo. Convendría que las usuales trabas administrativas de estas convocatorias en función de características societarias o fiscales desaparecieran al mínimo exigible.

Reforzar la visibilidad de la producción cultural

Un elemento mayor para cualquier estructura de la cadena es la visibilización de su oferta. En un entorno de creciente concentración y donde muchos grupos tienen intereses cruzados en el terreno mediático, las administraciones públicas pueden contribuir de una manera fundamental a visibilizar la diversidad de la producción cultural. Este tipo de intervenciones puede reclamarse esgrimiendo la bibliodiversidad que aporta esa producción. Pero también, y en los momentos que se abren este va a ser un elemento clave, en función de la mayor conversión de cifra de negocios en puestos de trabajo directos e indirectos que proporcionan las pequeñas y medianas estructuras del sector. En ese sentido puede pensarse en:

· reforzar la apuesta por la programación cultural en los medios públicos que ya está visibilizando la diversidad de la producción cultural,

· fomentar el acceso directo a medios, dando desarrollo concreto el art. 20.3 de la Constitución —«La ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado o de cualquier ente público y garantizará el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas lenguas de España»— de forma que colectivos representativos del sector puedan elaborar y programar sus propios contenidos en colaboración con los equipos de los medios públicos.

Reestructuración de la cadena a medio y largo plazo

La crisis que ahora se abre forzará al cierre de las estructuras más débiles y a la reformulación de las estrategias productivas de quienes sobrevivan. El panorama que quedará es aún incierto, pero el incremento de presión del conjunto corre el riesgo de agudizar las desigualdades entre los grandes grupos y las estructuras independientes. Las mejores bazas de las segundas residen, creemos, en acelerar su adaptación a la evolución tecnológica y logística del sector (concentración logística, masificación de los entornos digitales y evolución de las tecnologías de producción) y en el desarrollo de estrategias de colaboración. Las administraciones públicas pueden:

· reforzar los ya existentes fondos para la adaptación tecnológica (eliminando trabas administrativas de acceso),

· crear fondos específicos para el desarrollo de sinergias profesionales entre estructuras del sector,

· facilitar el trasvase de conocimiento científico y tecnológico a la cadena productiva tanto creando fondos específicos para la experimentación tecnológica en nuestro sector como facilitando el acceso a instituciones (OTRI, OPI…) donde se pueda realizar una interlocución directa,

· mejorar la comunicación entre las administraciones y los agentes activos del sector: la actual estructura gremial actúa en el Estado español como vínculo preferente de la administración en el contacto con los agentes del sector. Sin embargo, esas estructuras gremiales (asociaciones privadas) adolecen de una considerable falta de representatividad sobre el conjunto y tienden a exacerbar la desigualdad entre los agentes (con cierta lógica, cuanto mayor es la desigualdad en el seno de cada gremio mayor es su supeditación a los intereses de sus actores económicos dominantes). Sabiendo que son las pequeñas estructuras las que mejor participan en la creación de empleo directo e indirecto, recomendamos la creación de foros de contacto no mediado por los gremios actuales entre agentes del sector y administraciones. Pudiera pensarse en un modelo de Foros del Libro donde las instituciones se encontrasen regularmente con la diversidad de agentes del sector sin tener a los gremios como interlocutores forzosos, canalizando a través de ellos un diálogo sobre la evolución del sector y la intervención de las administraciones públicas en el mismo,

· reforzar el compromiso de la Administración estatal, en aplicación de las normativas europeas, con un marco regulatorio que garantice «condiciones leales y equitativas a las empresas dando cabida al mismo tiempo a la innovación, la unificación de las normas técnicas y el desarrollo de las pequeñas empresas» (citado de la normativa europea esto). Las leyes de precio único siguen siendo ahí un elemento clave de defensa del sector. Pero también hay avances posibles y factibles en el ámbito de las legislaciones contra las prácticas anticompetitivas inspirados por la realidad de potencias editoriales como Estados Unidos (Robinson-Patman Act) o Alemania (a través de la Bundeskartellamt). En ambos casos, existe un marco regulatorio que prohíbe conductas discriminatorias con los precios, que en nuestro sector proliferan en favor de sus agentes dominantes. Bajo esto, una imprenta alemana está pues obligada a ofrecer los mismos costes de producción a Bertelsmann que a un pequeño editor (nos parece ciencia ficción, pero así nos han jurado funciona algunos editores alemanes, aunque queda verificarlo mejor otra vez) o una distribuidora estadounidense debe ofrecer a una pequeña librería los mismos márgenes que a Amazon.