Para acabar con las migajas: cien flores de la edición española

A raíz del encuentro de la Edición Independiente (eEI), desde Contrabandos, Alfonso Serrano, editor de la Oveja Roja y coordinador de Contrabandos escribió un artículo indagatorio, de posición individual y colectiva, para Alfabeta2, revista italiana en la que Ilaria Bussoni, coordina una sección Ry-Joyce.

 

Ilaria, una de las redactoras del Manifiesto de ODEI, escribió esta introducción en italiano al grupo de artículos que seleccionaron. Lo copiamos –traducido- antes del nuestro porque nos sirve para retomar tareas para el próximo encuentro de Roma:

 

Las intervenciones presentadas en este nodo de “alfabeta2” son una sugerencia para la preparación de la primera convención europea de la edición independiente que tendrá lugar en Roma durante la primavera de 2014. Un primer momento de debate sobre las problemáticas que conectan la edición independiente y la edición de proyección general tuvo lugar en Madrid en mayo de 2013 a iniciativa de la asociación de editores Contrabandos. En el encuentro madrileño han participado además de diversas editoriales españolas, también colectivos editoriales franceses, ingleses e italianos. Base del debate era el llamamiento del colectivo francés 451, redactado por un grupo heterogéneo de actores de la cadena del libro (libreros, redactores, tipógrafos, etc.) y publicado en otoño de 2012, y el manifiesto de los editores independientes del observatorio ODEI presentado en Roma por esa misma época por iniciativa de más de setenta editoriales. Del eEI de Madrid ha surgido flagrantemente que las condiciones del trabajo editorial son, en Europa y no en otras partes, las mismas: concentración de la cadena del libro, fenómenos de monopolio, financiarización, empobrecimiento de la calidad en favor de una edición volcada en el mercado, recortes en los apoyos al libro y a la cultura en nombre de la reducción del gasto público… Objeto del encuentro de Roma para la primavera de 2014  es la redacción de un “Manifiesto Europeo” de la edición independiente del proyecto que, a partir del análisis de las condiciones comunes de la producción cultural en los diversos países: imágenes, formas e instrumentos de valorización de un patrimonio de bibliodiversidad que preservar y que promover.

 

Per farla finita con le briciole
I cento fiori dell’editoria spagnola

Para acabar con las migajas: cien flores de la edición española.

Alfonso Serrano

El viento. Ése será mi punto de partida: la terraza de un bar, gente tomando cervezas en sus mesas y una repentina ráfaga de viento. Un breve y fortuito elemento de desorden. Y con él, unas pocas patatas caen al suelo.

Sobre ellas se lanzan un par de palomas y un gorrión en búsqueda de sustento. Van sumándose otros. Unas mesas más allá, varios clientes tranquilos consumen impávidos sus cervezas frescas y unas raciones.

Una escena creada por el viento. Una escena que de repente se me antoja explicativa sobre el estado de la edición en el Estado español. Grandes grupos sentados a la mesa y una horda de pequeñas editoriales independientes que luchan por recuperar unas pocas patatas.

Ahora me tocará explicar y defender por qué esa imagen me parece apropiada…

 

Primero, las palomas y el gorrión. ¿Quiénes son? Pequeñas editoriales, distribuidoras y librerías intentando participar del valor generado en la cadena del libro. Gentes de orientaciones muy diversas y con objetivos muy diferentes. Para unos es sólo trabajo o negocio, para otros una vocación… e incluso para alguno, una forma de militancia. Gentes diversas que comparten un mismo espacio y que en los últimos años han animado una muy aparente profusión de pequeñas librerías, editoriales, nuevas colecciones…  Desde 2002, por ejemplo, “agentes editores” (de los que apenas un 2,5% son autoeditores y organismos públicos; el resto son editoriales privadas) han aparecido más de 3.100, unos 300 por año… aunque más de la mitad de ellos suelen aparecer para publicar un solo título. Y destaca también que desde 2002, cada año unos 1.000 editores pasan a la inactividad de forma definitiva o temporal. Profusión, sí. Pero también defunciones en masa.

 

Ahora las patatas. No es que haya muchas, pero como las meigas, haberlas, haylas. Después de haber estudiado con detalle las cifras que ofrecen ministerios, sindicatos, gremios y oficinas estadísticas de Francia, Italia y el Estado español, la conclusión a la que llegamos no puede sino reincidir en algo ya señalado por algún artículo: la mayor parte de las cifras parecen sacadas de una güija. Y frente al detalle y la seriedad con la que la Unión Europea se toma estudiar la penetración de las nuevas tecnologías en los hogares europeos, la lectura y las prácticas culturales asociadas al libro no gozan de la más mínima atención. No hay estadística o estudio serio alguno que permita comparar la realidad del libro y la lectura en los diferentes países de la Unión. Las únicas vías comparativas que hemos terminado encontrando las aporta el desglose de la contabilidad nacional de cada Estado. Allí encontramos una cuenta específica dedicada a la edición (la 58, que incluye prensa y actividades de programación informática), que puede desglosarse en otro concreto dedicado a la edición de libros (la 5811). Pero sorpresa: en la mayor parte de los casos los últimos datos disponibles son de 2010 y para acceder al mayor grado de detalle de las cuentas nacionales se requiere hacer peticiones específicas, aparentemente reservadas a gabinetes de estudios de los bancos (sic). Otra pista comparativa: el desglose de la composición del gasto privado, que recoge una cuenta dedicada a libros, librerías y papelerías. Ese gasto, uno de los elementos más ilustrativos, en el caso español ni siquiera llega a la mitad del francés. Y queda también muy lejos del gasto italiano, que aquí se acerca mucho al francés (lo que nos incita a pensar que bien los italianos leen masivamente prensa, o bien parte de las editoriales italianas quedan englobadas bajo el epígrafe de edición de prensa por efectos de la concentración monopolística).

 

Sigamos contando patatas. Muchas o pocas. Los millones de euros a la mayoría de nosotros no nos dirán absolutamente nada. La comparación nos será más efectiva para derrumbar el mito de la fortaleza de la edición española apoyada sobre los lectores latinoamericanos. Así nos encontramos con un sector editorial (de libros) con un peso en término de volumen de negocios inferior a la mitad del que tiene el sector editorial francés. Y más o menos equivalente al italiano; apenas superior.

Y sobre las famosas exportaciones a América Latina: existen, sí, pero tampoco llegan a alcanzar las cifras de exportación del libro francés. Y decrecen muy significativamente desde hace un decenio (en 2011 estaban casi al 50% de sus cifras de 2001).

Resumiendo: el dinero que se mueve en torno al libro en el Estado español no llega ni a la mitad de lo que sucede en el caso francés. Y se asemeja en buena parte de los parámetros al caso italiano (asalariados en el sector, ejemplares producidos, volumen de negocios). Amigos italianos: sumando lo vuestro y lo nuestro no llegamos a equipararnos a los franceses ni en volumen de negocio, ni en ejemplares producidos… Podría decirse que entre esos países también las demografías son muy diferentes. Cierto. Pero fijémonos en la tendencia;  al sur de Alpes y Pirineos la tendencia es francamente regresiva mientras que las cifras francesas mantienen un alza moderada, pero continua, desde hace más de 15 años. Envidia. En el Estado español el volumen de negocios se ha reducido en más de un cuarto desde 2007. Y la tendencia no es nueva. No es sólo la crisis. Ese monto global viene reduciéndose paulatinamente desde hace una decena de años. En número de ejemplares, por ejemplo, en 2011 apenas se publicó un tercio de lo que se publicaba en 2005, pero es sólo eso, esa cifra casi de la mitad de lo publicado el último año disponible en esa serie estadística: 1993.

Más que las ventas, parece la propia lectura la que está en juego.

Un dato comparativo más, si se me permite: las editoriales españolas han terminado pagando a sus autores, traductores, etc., un total de 193 millones de euros en derechos de autor en 2011. Por el mismo concepto en Francia se pagó el mismo año 427 millones. Siempre algo más que el doble. Ilustrativo.

 

Pero, al final, las patatas no lo explican todo… Ponen un marco estructural, eso sí, pero que es continuamente quebrantado por funcionamientos completamente antieconómicos. A pequeña escala todos conocemos editoriales y librerías en estado de defunción económica que se mantienen por la voluntad de quienes aún las animan (o las matan poco a poco). Y en las estadísticas se cuelan numerosos fenómenos incomprensibles. Como las elevadas cifras de producción teórica (en títulos) que se registran en España. Cifras que de hecho no se repercuten ni en ejemplares ni en aumentos de la cantidad de títulos vivos en el sector. Otra cifra curiosa: la tirada media española es casi seis veces inferior a la francesa.

Pero pese al viejo vicio cartesiano de las cifras… éstas no nos llevan muy lejos. Nos permiten identificar alguna particularidad más quizás. Como la relativa salud de las librerías independientes (entendiendo por independientes las no integradas en cadenas de librerías) en comparación con las situaciones francesa e italiana. En el Estado español no se sufre ni el ímpetu de las ventas por internet experimentado en Francia (16%, frente al 4% de España o Italia) ni la concentración extrema de ventas del caso italiano (40% en cadenas de librerías frente al 14,5% de España y al 23% de Francia…). Y parece además que su posición (en términos porcentuales) ha tendido a consolidarse estos años… De una forma u otra el descenso de sus ventas ha sido menor que el experimentado por las grandes cadenas. Felicidades libreros.

Y para terminar con los números, una curiosidad —no tan curiosa— en favor de las pequeñas editoriales: mientras que éstas consiguen un volumen de facturación total cinco veces menor que el del conjunto de editoriales grandes y muy grandes (329,46 millones frente a 1.774,97 —datos como siempre aproximativos, del gremio, correspondientes sólo al 49% de las editoriales—), dedican a las traducciones un esfuerzo total mucho mayor al realizado por las empresas grandes (1,72 millones de euros contra 1,27). Ahí queda un argumento en favor de ellas. Sírvanse de él.

Así que sobre las mesas de la terraza de nuestro bar, grandes y muy grandes se reparten cervezas y raciones mientras que las pequeñas pelean por un puñado de patatas caídas.

 

Hasta ahora nos hemos afanado por contar el número de patatas y mesurar la diferencia entre palomas, gorriones e invitados a la mesa. Pero se nos escapa lo más importante. Las patatas son volúmenes de ventas. Pero tras ellas están los libros. Y los trabajadores. Libros, papel, letras, lectura… Con su muy particular actividad. ¿Buena o mala? ¿Y sirve para algo o no sirve para nada?

Ya no hay cifras que valgan. Me toca desnudarme. Me toca saltar.

Saltemos.

¿Qué papel juegan o han jugado libros, librerías y editoriales en el presente de nuestra sociedad? Se acabaron las cifras. Empieza la interpretación. Así que me toca dividirme. Dividirme y separarme. Primero me separo: al igual que en cualquier otro lugar, la gran mayoría de la producción, la gran mayoría de los lugares y contenidos dedicados al libro son puro entretenimiento y puro consumo. Las patatas por las que pelean palomas y gorriones se consiguen con libros que no sirven para nada. Son sólo divertimento. No las queremos… Aunque también en los peores reside algo de potencia.  La potencia de un tiempo y un pensamiento distinto. Me separé de la mayor parte de las patatas. Ya no hablaré más de ellas. Ahora empiezo a dividirme…

Primero un grito. De rabia: no hemos conseguido cambiar nada con nuestros libros; no representamos nada. Pero aire… que vuelva el viento. Libros, librerías y editoriales suceden en un entorno, y en un momento. Sería fácil decir que es un momento caótico, pero nada justifica utilizar tal palabra para designar el orden de nuestro mundo. Concentración, desempleo, desigualdad, inseguridad, precariedad, esfuerzo para lo pobre, facilidades para lo rico, explotación (ajena, o propia, o ambas), espectacularidad mediática, cacofonía… Ahí vivimos. Ése es el entorno de los libros. Como el de las manzanas, los vinos, los chorizos… Y de una forma u otra todos recibimos las mismas manchas.

Pero yo elegí los libros. Ellos no me eligieron a mí. Yo los elegí a ellos. Y fue una elección consciente. La elección de un campo de batalla, casi. ¿Batalla? … Sobrevivir a veces lo es. Yo elegí los libros y de entre todas las gentes que esbozaba al hablar de la demografía, muchos otros lo hicieron. Muchos. Delante, detrás o en medio de los libros. Con librerías, editoriales, festivales, pequeñas distribuidoras. Moviendo libros, animando su muy particular tiempo y pensamiento. Tiempo y pensamiento cada vez más “anticíclico” y que participa de forma muy especial en el lento proceso de tejer otras redes. No sabemos si algún día podremos saltar desde ellas, ni hacia dónde saltaríamos, ni contra quien lo haríamos. Pero las redes se van tejiendo. Sufren innumerables ataques. Pero seguimos tejiendo. Y los libros lo permiten. Con su tiempo lento. Con su pensamiento. Con sus divergencias. Redes que estructuran comunidades en Madrid, Barcelona, Andalucía, Euskal Herría… O no, perdón, quizás no estructuran, sino acompañan, o en mejor de los casos conectan. Trazan un camino. Dibujan un mapa.

Hoy, en el Estado español —y quedan ya muy lejos de mi espíritu toda esa masa de aves que sólo buscan patatas—las muy diferentes editoriales, librerías, distribuidoras alternativas, bibliotecas de centros sociales, ferias alternativas, festivales de poesía comprometida… van señalando un mapa. Con eslabones y nodos diferenciados, a veces en conflicto, pero capaces de generar camino. De construir soporte. De propiciar tránsitos. De facilitar derivas.

 

Y lo hacen en medio de la sociedad. Manchados de barro capitalista, oliendo a sudor de trabajo explotado… pero siguen tejiendo. Con su lento y pesado ritmo de trabajo.

Y al igual que las cifras macro mostraban que el descenso de ventas se ha repercutido más sobre las grandes librerías, las pequeñas librerías, las pequeñas editoriales y las editoriales alternativas seguirán existiendo. Seguirán existiendo porque no tenían que haber existido. Porque no son económicas. Porque son producto de engaños, de voluntades obcecadas, de voluntades quizás erradas… Pero a través de ellas queremos poder dibujar algún día el hermoso mapa de una razón antieconómica. De una razón material, pero profundamente antieconómica, si por económica hemos de entender la subordinación del vuelo a la pelea por las patatas.

 

Y perdón, lo olvidaba: no dije nada del famoso ebook. Discúlpenme, es que me pidieron hablar de libros, no de ficheros informáticos ni de la industria tecnológica ni de cómo desposeer a un producto de todo su valor de uso para reducirlo a puro y continuo valor de cambio. Le dejaré esa labor a un representante de Apple, Amazon, Google o quien quiera que sea. Que nos vendan ellos su moto. Las políticas públicas están a su servicio, no al nuestro. Y aun así sus cifras de ventas apenas representan el 2%. Y no sólo de las ventas: también de las encuestas de lectura, donde apenas llega al 5%. Como en Francia, como en Italia. Mientras tanto yo volveré a los libros. A leerlos, a producirlos… a intentar quebrar con ellos el orden impuesto.