El calor arrecia, pero no las ganas de seguir intentando mantener un flujo constante de movimiento. El verano es una etapa más tranquila en el mundo del libro, comparada con la primavera o el otoño, se publica poco y siempre con la intención de que la lectura no sea muy pesada, pues el calor ya estropea nuestros cerebros lo suficiente. Nos es imposible imaginar nada bueno cuando las calles arden como si fuera el día del juicio final, pero aun así aquí estamos, imaginando a través de las palabras mundos nuevos y esperanzas vanas, que no alimentan, pero al menos impulsan a un latido más constante. Todo esto para decir: ¡tenemos calor, pero también ganas de leer! Que los libros sirvan también de abanico como mínimo.
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